Para aquellos que me conocen no es necesario que les diga cuál es mi equipo favorito, aquel con el que de pequeño soñaba, el que verlo jugar era un deleite, donde las estrellas se reunian a realizar maravillas, donde un mago, un fenomeno, un santo y una zaeta realizaban el fut bol más bello del orbe. Hablo ni mas ni menos que del Real Madrid, pero siendo más especificos, de aquel Madrid de comienzo de la decada pasada, de los Galacticos. Ahi donde Raúl, Zidane, Figo, Beckham, Roberto Carlos, Makelele, Guti y Ronaldo me hacian soñar con algún día hacer las genialidades que ellos mostraban, hoy eso se ha ido.
Esos tiempos fueron memorables para la afición blanca, era decir que perteneciamos a un grupo, sentirnos parte de ese vestidor soñado. Todo era fiesta, las derrotas se tomaban como lo que son, el final de un ciclo de victorias para comenzar uno nuevo. Durante esos años dorados los madridistas eramos muchos, nunca pensé que este equipo tuviera tanta afición, hasta que empezamos a entrar en un prolongado declive y con ello las guestes blancas disminuyeron.
El futbol tiene dentro de sus multiples cualidades el poder de describir a una sociedad, o por lo menos perfilarla, con el ambiente que se vive en un estadio podemos ver cómo es la población que acude a ellos, cómo siente y cómo vive. El futbol es un objeto digno de estudio ya que en momentos es capaz de unir a todo un país y en otros divide a familias enteras por los colores de una camiseta.
Este deporte es algo que puede generar muchas sensaciones pero no debemos de olvidar que al final de cuentas, para los dueños de un Club no es más que un negocio redituable a escala mundial, por no decir galactica. Los aficionados de a pie, esos de carne y hueso que sin estar ahi sentimos como nuestros los colores, que juntamos dinero para comprar una de esas costosas playeras y que apoyamos sin importar las circunstancias solo somos un consumidor más. Los afectos que la afición llegamos a desarrollar hacia algunos jugadores son tan puros como aquellos que tenemos por una pareja y cuando dicho jugador es vendido porque esto resulta un jugoso negocio la afición nos sentimos desplazados y sin voz. Y nos duele, o si no es de nuestro agrado exclamamos un sentido: al fin! que bueno que se fue!.
Todo tiene que ser puesto en su justo lugar, no darle más valor del que puede tener realmente en nuestras vidas, como todas las aficiones que puede haber en este ancho mundo, situarlo en su justa medida ayudara a que su disfrute sea mayor.
Hoy a unos pocos días de que mi equipo se enfrente al Barcelona 4 veces consecutivas en menos de 20 días es que vuelve a mi esa emoción de antaño, el sentir ese orgullo por portar una playera y defenderla, decir que si ganaron, ganamos y si perdieron, perdimos. No sé cómo fue que me volvi merengue pero esa ha sido una decisión que mantendre durante toda mi vida el por qué, no lo sé, pero lo siento.

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