miércoles, 18 de abril de 2012

Luchar por la independencia.

La nacionalización del 51.01% de las acciones de la petrolera YPF, privatizada en 1999 por el gobierno de  Carlos Menem, por parte del Estado argentino es un momento más en la lucha de los países latinoamericanos por alcanzar la independencia.

Podriamos pensar que la independencia de un país se limita únicamente a la autodeterminación de sus gobernantes, a la libre elección de un sistema de gobierno pero, va mucho más allá. La independencia no puede ser únicamente política, tiene que aspirar a ser integral, es decir, también económica, cultural, histórica, etc.

A lo que aspira, en última instancia y, como ha mencionado públicamente la jefa del Estado argentino, Cristina Fernandez, es alcanzar la autosuficiencia en materia económica,  a dejar de pagar montos excesivos por la importación de gasolinas y gas natural siendo un país productor, situación similar a la mexicana, de hidrocarburos. A que la explotación del subsuelo argentino contribuya al mejoramiento de los programas sociales, al gasto corriente y demás rubros de la economía estatal y que no se quede únicamente en unos cuantos bolsillos. 

Se rumora que la expropiación sucedió como respuesta a los rumores de que Repsol, petrolera española que ostentaba el 57% del total de las acciones de YPF, pretendía vender su paquete accionario por una suma cercana a los 10 mil millones de dólares a Sinoprec, petrolera de origen chino, como si no fueran más que fichas de un tablero, como si fuera un mercancía más susceptible de ser vendida y comprada en cualquier momento sin mayores consecuencias que las que se den en la operación mercantil.

Las reacciones de repudio, principalmente de un sector creyente del libre mercado, no se han hecho esperar. Felipe Calderón ha calificado la expropiación como un hecho irracional, Mariano Rajoy, jefe del ejecutivo español, ha dicho que esto nos afecta a todos. Toda la ortodoxia económica se asusta porque un país latinoamericano, ex colonia española, toma las riendas de sus futuro. Porque se atreve a ir en contra de los mandatos del FMI y estatiza un sector primordial de la economía, porque hace las ganancias, de una empresa que explota el subsuelo de la nación argentina, públicas.  Ante lo hecho, me pongo de pie y brindo un fuerte aplauso.

Si la expropiación y los rendimientos de YPF se usan, en su totalidad y de buena manera, para el beneficio del pueblo argentino será un juicio que le toca a la historia hacer, el inicio es bueno. Es un paso adelante para derrotar ese colonialismo imperante en el subconsciente de la clase poítica continental, atreverse a explotar los propios recursos naturales es un avance. Ya es hora que dejemos de cambiar espejitos por oro, en éste caso, por petróleo.