sábado, 22 de octubre de 2011

El Marxismo limitado



Advertencia: Si lo que buscas aquí es un artículo científico, con aparato crítico, citas y bibliografía bien estructuradas, permíteme sugerir que no sigas adelante, no lo vas a encontrar. Lo que hay es una carta a mis compañeros, una carta a todos esos jóvenes marxistas, que como yo,  buscamos en los libros la respuesta. Una carta, un llamado, a reconsiderar lo que creemos.

En mi juventud temprana, cuando empezaba a despertar a la composición real de la sociedad, cuando empecé a darme cuenta de que el mundo no era como lo pintaban las televisoras, cuando empecé a leer y por ende a cuestionarme, conocí el marxismo.

En un comienzo me aferre a él con tanta fuerza y fe que pensé haber encontrado la verdad absoluta, incuestionable y atemporal. La explicación de que la historia moderna no era otra cosa más que la historia de los medios de producción y que las ideas de una época  no eran más que un producto de ellos y de la clase dominante a los que dichos medios pertenecían fue demoledora, un cisma total.

A mi temprana edad intente leer El estado y la revolución sin éxito, mi mente no tenía la capacidad suficiente para comprenderlo a totalidad, era demasiado complicado para mi joven conciencia. En lugar de eso empecé a leer el periódico y semanarios de crítica compulsivamente, me iba armando de argumentos, empezaba a documentar la realidad.

Posteriormente, ya con más argumentos, me introduje en el estudio marxista de una manera amateur y sin ninguna guía, la palabra revolución pasó a formar parte de mi léxico habitual, la lucha de clases ocupaba por entero mi pensamiento.  Quería difundir lo que sabía, quería que los demás, así como yo, disfrutaran de la filosofía, que vieran que había alguien que siglos atrás ya había visto y entendido lo que sucedía y que por si fuera poco, ofrecía la solución y el medio para llevarla a cabo. Quería la revolución.

Hablaba a mis amigos sobre ello, sin embargo,  la mayoría no me entendía, ni siquiera me prestaban un poco atención, había nulo interés  en ellos, el marxismo y, por ende, la filosofía habían pasado de moda. Qué coraje el saberlo.  Las más de las veces esto me causaba molestia, enojo, cólera, no entendía el por qué no me comprendían, no entendía por qué no reconocían su realidad, pensaba que estaba en ellos el error y no en mi, los llamaba apáticos.

Conforme fui conociendo más de las llamadas ciencias sociales, me di cuenta que los tentáculos del monstruo capitalista no llegaban solamente al aspecto económico sino que van mucho más allá, está en todos lados. Fui reconociendo que el ser humano había perdido, como dice el mismo Marx, ante sus propios monstruos, ante sus creaciones, que lo humano se había subordinado a lo económico. He aquí un nuevo cisma en mi vida. La apatía reinante no era una casualidad sino que era una consecuencia misma del modelo capitalista, un rasgo característico y estructural.

Después de sucesivas reflexiones, a las que contribuyeron de manera decisiva mis maestros, me di cuenta que el marxismo se había vuelto, en cierto grado, obsoleto. Muchos de sus preceptos ya no eran aplicables, habían perdido validez. En sucesivas conversaciones me di cuenta que aunque en los círculos ilustrados, por llamarlos de algún modo, el marxismo había perdido su carácter inherentemente crítico, se había convertido en un dogma, uno incuestionable, un tabú. Se ha querido ver al marxismo como un ente que no se equivoca, en plena modernidad, las ciencias sociales en ese afán de ser consideradas como ciencias, han intentado mecanizar su accionar, encontrar ¨leyes¨ irrefutables, principios que se repitan sin el mínimo margen de error, han querido mecanizar la vida humana transformando todo en formulas. Claro ejemplo de esto es que en la sociedad actual, donde están dadas las condiciones para la revolución, no hay consciencia de las contradicciones monstruosas que la caracterizan. La mente humana no funciona con un A+B= C, como si fueran matemáticas, hay que ver que las mismas ciencias surgieron de la mente humana como una manera de interpretar al mundo. Este monstruo llamado ciencia ha querido dominar al mismo hombre, su creador.

Es así que el marxismo no fue difundido más allá de los ámbitos académicos, es así que el marxismo había perdido su carácter popular. Si bien es cierto que el marxismo brinda una manera de entender la historia con un enfoque crítico, actualmente esa crítica no ha sido aplicada al mismo marxismo, una crítica que retire lo empolvado y revitalice lo estancado. Por el contrario, el marxismo ha ido perdiendo validez, no porque la producción de los autores identificados con él haya cesado, sino que sus contribuciones, en su afán de ser sumamente y puramente marxistas, se han alejado de la realidad limitándose a lo estrictamente académico y científico. Marx decía que había que transformar la realidad, no sólo interpretarla, bueno, hasta en ese aspecto nos hemos visto limitados.

El marxismo,  ahora más que nunca, es una visión acertada y necesaria  más sin embargo limitada, no porque haya perdido validez sino porque ha dejado de ser social. Los trabajadores ya no cuentan con una formación política desde que las clases dominantes decidieron que, como consecuencia de la caída del bloque soviético y el llamado socialismo real, el marxismo dejaba de ser algo posible. A esto debemos sumar el hecho de que el capitalismo ha ido evolucionando al paso del tiempo, ha modernizado sus formas de represión, dejo a un lado el combate físico para ceder el lugar a la dominación ideológica, como muestra irrefutable de ello, tenemos la negación de las contradicciones de clase, es ahí donde, según mi opinión, está el freno a la anhelada revolución.

Como bien dice el maestro Sánchez Vázquez, el capitalismo actual no fue el que conoció Marx, con la llegada de la televisión, los adelantos científicos  y demás consecuencias de la nefasta modernidad capitalista, esas contradicciones de clase, tan dolorosas y ofensivas como las de 1848, son ahora negadas por el mismo proletariado. El grueso poblacional no se reconoce como la clase oprimida que es, no se da cuenta que nada ha cambiado desde entonces. El verdadero freno a la revolución ya no es la represión emanada de la clase burguesa sino que es el mismo proletariado que no se reconoce como tal, que no tiene una conciencia de clase.

En fechas recientes el mundo se ha cimbrado, las masas se movilizan buscando respuestas, protestando contra esa terrible realidad impulsada y sostenida por unos pocos, pero no hay una teoría que los guie en su actuar, el marxismo no está en las calles, sino en las frías aulas de las universidades.

Es por ello que, creo yo, el marxismo tiene que dar un giro que lo acerque a la sociedad, a esos sectores que buscan una respuesta, tiene que sacrificar su actual perfil científico y académico por uno social, uno que lo haga más accesible a todos, devolver al marxismo ese espíritu crítico  para con la sociedad, incluyéndolo a él mismo, claro está, pero también, tiene que empezar a comprender la realidad actual desde la perspectiva de la lucha de clases pero incluyendo también un punto de vista humano.

Parte de su trabajo por hacer tiene que ser el devolver a la filosofía a las calles.

¿Cómo lo lograremos? Es una respuesta aun no tenemos aún pero que es urgente resolver, para llegar a ella, creo yo, es importante poner al marxismo de nuevo al centro del debate, un dialogo enriquecedor e incluyente que, inevitablemente, nos llevara un marxismo más social y con renovados bríos.

Un dialogo que tenga por interlocutor principal a la juventud.