El hombre
vive haciendo política. La toma de decisiones, cualesquiera que estas sean, es
hacer política. Aceptar una nueva teoría científica, elegir la forma de
gobierno para nuestra sociedad y hasta decidir la forma en que se reparte el
trabajo diario del hogar es hacer política. Nada ni nadie escapa a su
influencia y dominio.
El
ejercicio de la política no se limita a las elecciones, va mucho más allá de
depositar el voto en las urnas, implica participar en la toma de decisiones y
manifestarnos a favor o en contra. Significa participar en los debates, formar
consensos y divergencias. No hay política grande ni pequeña, es sólo una y
todos estamos inmersos en ella. Su discusión debe llevarse a todas las esferas,
el hogar, la fábrica, la escuela, el museo y el mercado.
Dado que
todos, y en cada momento, hacemos política, todos estamos capacitados para
hablar de ella. No es requisito estudiar una carrera universitaria afín a ella,
tampoco es menester devorar los periódicos a diario, o ser asiduo lector de los
semanarios, mucho menos citar a grandes pensadores, basta con verter nuestras
opiniones y contrastarla con la de los demás. No hay que rehuir al debate.
No hay
excusas para nadie. El ingeniero no inventa y construye en el desierto, todo su
conocimiento es para ser utilizado en y para bien de la sociedad, nunca fuera de ella. El artista, aun que busque
plasmar en su obra su sólo opinión y forma de sentir, no alcanza la dimensión de creador fuera de la sociedad, necesita de ella para
que su obra alcance el estatus de arte,
sin ella, es pura técnica. La medicina y el estudio de las enfermedades se
hacen para bien de la sociedad, para hacer avanzar la salud. Todo conocimiento
es por ende social.
La edad
tampoco es pretexto. No importa si es joven o viejo, hay que participar en
ella.
La
divergencia de opiniones no debe ser mal vista, por el contrario, se debe
fomentar, sólo del encuentro de opiniones se logra el avance, de la discusión
de ideas nacen los consensos. El debate no debe ser mal visto, debe de ser un
ejercicio cotidiano, la discrepancia no es mala ni genera odio, por el
contrario, refleja la pluralidad humana, nos hace poner la vista en el otro,
pensar como él, tomarlo en cuenta.
Lo que se
debe evitar a toda costa es la apatía, debemos luchar contra ella porque es con
su aval que se consuman las imposiciones, que se encona la violencia. El desgano
en política es ceder nuestra decisión a quienes sí participan en ella. No
votar, aun que represente una vía legitima de expresión, es renunciar a un
derecho y a una obligación, es hacerse a un lado y ceder en tus demandas, es
avalar, con el silencio y de manera implícita, la situación. Es reconocer que
estamos mal, pero no tanto como para
actuar, que sólo es necesario un pequeño ajuste para que se recupere el buen
camino.
Hay que
participar en política, hacer política, pensar en ella como algo inherente a
todos y no sólo para los mal llamados políticos profesionales. Hacer política,
participar en las elecciones, tomar las calles y plazas públicas es recuperar
para el ciudadano lo que ha perdido, su participación directa en la toma de
decisiones.
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